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sábado, 23 de diciembre de 2006

Patriotismo

Patriotismo de Yukio Mishima

“… Los ojos del hombre se fijaron en ella con una mirada penetrante como la de un halcón. Colocando la espada frente a él, se alzó ligeramente sobre los muslos e inclinó la parte superior del cuerpo sobre la punta de la espada. La excesiva tensión que presentaba la tela del uniforme, indicaba a las claras que estaba reuniendo todas sus fuerzas. Se proponía asestar un profundo golpe en la parte izquierda del estómago y su grito agudo traspasó el silencio de la habitación. Pese al esfuerzo, el teniente tuvo la sensación de que era otro quien había golpeado su estómago como con una gruesa barra de hierro. Durante algunos segundos su cabeza giró vertiginosamente y no recordó cuanto había sucedido. Los doce o quince centímetros de punta desnuda había desaparecido completamente en su carne, y el vendaje blanco, fuertemente sujeto por su puño cerrado le presionaba directamente sobre el estómago. Recuperó la conciencia. Pensó en que el filo debía haber atravesado las paredes del abdomen. Su respiración era dificultosa, el pecho le palpitaba violentamente y alguna zona remota, aparentemente desligada de su persona, un dolor terrible e insoportable se alaba en forma avasalladora como si la tierra se abriera para vomitar un cauce de rocas hirvientes. El dolor se acercó, de pronto, a una velocidad vertiginosa. El teniente se mordió el labio inferior y sofocó un lamento instintivo. ¿Es esto el seppuku?, pensó. Experimentaba una sensación de caos total, como si el cielo se hubiera desplomado sobre él y todo el universo girar como bajo el efecto de una enorme borrachera. Su fuerza de voluntad y su coraje, que tan fuertes se manifestaran antes de la incisión, se habían reducido, ahora, a una fibra de acero del grosor de un cabello. Lo asaltó la incómoda sensación de que tendría que avanzar, asido a esa fibra con toda su desesperación. Algo humedecía su puño y, bajando la mirada, vio que, tanto su mano como el paño que envolvía la hoja, estaban empapados de sangre. También su taparrabos estaba teñido de un rojo intenso. Le pareció increíble que en medio de esa agonía, las cosas visibles pudieran todavía ser vistas y las cosas existentes, existir … Usando solamente la mano derecha, el teniente comenzó a cortarse el vientre de lado a lado. Pero a medida que la hoja se enredaba en las entrañas, era rechazada hacia fuera por la blanda resistencia que encontraba allí… Tiró hacia un costado, pero el corte no se produjo con la facilidad que había esperado. Concentró toda la energía de su cuerpo en la mano derecha y tiró nuevamente. El corte se agrandó ocho o diez centímetros. El dolor se extendió como una campana que sonora en forma salvaje… no podía contener los gemidos. Pero la hoja se había abierto camino hasta debajo del ombligo… Cuando pudo, por fin, desplazar la espada hacia el costado derecho, ésta ya cortada superficialmente y era posible contemplar su punta desnuda resbalosa de sangre y de grasa. Atacado súbitamente por terribles vómitos, gritó roncamente. Los vómitos volvieron aún más horrendo el dolor, y el estómago, que hasta aquel moemtno se había mantenido firme y compacto, explotó de repente, dejando que las entrañas reventaran por la herida abierta… La cabeza del hombre se abatió, sus hombros se estremecieron y un fino hilo de saliva goteó de su boca. …El rostro no era el de un hombre con vida. Los ojos estaban vacíos, la piel lívida, las mejillas y los labios tenían el color de la tierra seca. Sólo la mano derecha se movía aún sosteniendo laborosamiente la espada. Se agitó convulsamente en el aire, como la mano de un títere, y luchó por dirigir la punta de la espada hasta la base del cuello. …La hoja vacilante tomó finalmente contacto con la piel desnuda de la garganta…. Echó su cuerpo violentamente contra la hoja y el filo perforó su cuello, apareciendo luego por la nuca…”

Yukio Mishima, japonés, nominado en tres ocasiones para el Nobel de Literatura, apasionado defensor de las tradiciones nacionales y del código de honor de los samuráis (bushido). Tras secuestrar a un general se infringió públicamente, junto a otros miembros de su congregación, el seppuku o evisceración ritual. Seguidamente fue decapitado por un cadete de su orden.

1 comentario:

Anónimo dijo...

1 COMENTARIOS:
Carlos dijo...
Libro 36 ESTRATEGIAS CHINAS. Puede bajarlo desde
http://www.personal.able.es/cm.perez/36_estrategias_chinas.pdf

Describe estratagemas como "moverse sin ser visto en el mar a plena luz del día", "matar con una espada prestada" o "crear algo a partir de la nada". Cuando usted domine estas 36 estrategias, estará preparado para encontrar soluciones a cualquier tipo de problema y será capaz de adaptarse a toda clase de circunstancias.

Para mas información, y mas temas relacionados con la cultura china:
http://www.personal.able.es/cm.perez/